Cuento:»El susurro del fuego»

Autora: Jennifer Reyes Mendoza

Ilustración: Paula Plaza Moreno

Para mis dos estrellitas, Nauzet y Sofía,

y al guardían de tanta luz, Guzmán

La historia que te voy a contar me la susurraron en medio de la noche cuando miraba las estrellas bailar. Los sonidos siempre me han cautivado, aunque tengo que decir que se escuchan con más claridad cuando el ruido calla. Sí, el ruido, ese que oímos durante todo el día y no nos deja escuchar lo importante. Ella sabía escuchar lo que nadie más era capaz de oír. Caminando por la tierra que un día la vio nacer, llegó a un paraje donde había una especie de embalse, aquí lo conocemos como presa. El lugar invitaba a la reflexión, a la escucha… y allí se sentó, cerró sus ojos y escuchó. Primero al viento que soplaba en medio de los árboles, después al agua que se movía y, por último, escuchó el croar de aquella rana enorme que se acercó a mirarla de cerca. Aquella rana quedó prendado de la chica que se sentaba a escuchar y disfrutaba de ello. Así que después de observarla durante algún tiempo, decidió hacerle tres regalos.

El primero de ellos, sin quererlo, se lo había hecho desde el momento en el que la vio… le regaló compañía. Ella llegaba sola y él pensó que necesitaba sentir que había alguien más escuchando con ella, así que siempre la acompañaba. A él se unían otras ranas que saltaban a su alrededor provocando la admiración de aquella niña tan especial.

El segundo llegó con el tiempo… Era el pensamiento. Aquella ranita del color de la alegría saltaba siempre a su cabeza y se acomodaba en ella, proporcionando siempre momentos felices, momentos que se atesoraban en el corazón de ella y en el de todos aquellos que la acompañaban. Todos formaban parte de sus historias, ella las susurraba en el silencio del que sabe escuchar.

El tercero era el más frágil, pero también el más poderoso de todos. Su color era intenso, cálido y alegre… Salía de ese tic tac que todos tenemos en medio del pecho. Una ranita pequeña y roja que saltaba con fuerza y se escondía en el pecho de aquella niña hija del fuego buscando la luz de la vida. Era el amor.

Estos fueron los regalos que aquella rana enorme creyó regalar sin saber que era ella, la niña especial, la que le regalaba cada día aquellos dones en su urna de cristal.

Una tarde la niña no acudió a la cita pero él y todos esperaron hasta que la noche llegó. No acudió, pero el viento trajo un susurro que desvelaba el secreto a aquella rana que seguía esperando puntual. Ese secreto que aún hoy sigue con nosotros: “De la compañía nacen siempre recuerdos, momentos, pensamientos… que laten con fuerza y nos calman con AMOR”

FIN

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