Cuento: «Samay»

Autora: Cristina Hernández Mesa

Ilustración: Paula Plaza Moreno

Cuenta la leyenda que en tierras muy lejanas había una niña llamada Samay cuyo cabello era rojo como el fuego, sus ojos azules como el cielo y su tez pálida como la nieve. Su belleza era tan desconcertante que muchos de los habitantes de su poblado pensaban que era una diosa caída del cielo para protegerlos en la Tierra.

Ella nunca estuvo pendiente de la belleza que tanto admiraban los demás, ella solo quería volar. Volar para ser libre, volar para soñar, volar para olvidar. En cada ocaso, se acercaba a lo alto de los acantilados para, desde allí, ver el paisaje que se tornaba como los colores de su cabello.

Su padre, gran jefe del poblado, decidió que era un buen momento para casarla con el hijo de otro jefe de un poblado cercano. Un hombre mucho mayor que ella y al que, por supuesto, no quería. “Será un gran acuerdo” le dijo su padre cuando le comunicó la noticia, pero ella ni estaba preparada para casarse ni quería que fuera un acuerdo al que su padre hubiera llegado.

Corrió a su lugar favorito, los acantilados. Justo cuando llegó allí, se percató de una familia de periquitos que revoleteaban cerca de ella como invitándola a seguir su camino. Jugaban arriba y abajo, volando lejos, volando alto. Ella clavó su miraba en el horizonte. Entonces tomó la decisión. Su decisión. Voló.

Ahora ella vuela con sus periquitos y con el viento. Ahora es libre por fin. Ahora vuela porque es libre, vuela porque su sueño se cumplió, vuela para crear nuevos recuerdos.

FIN

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