Adrian Piper, artista conceptual. Ilustración Paula Plaza

Adrian Piper. Artista Conceptual y Filosofa

 

Ésta ilustración realizada por Paula Plaza, pertenece a Adrian Piper, artista del conceptualismo,  también quiso sacar su trabajo de la academia y del museo y comenzar a trabajar en las calles. Viene de una larga tradición de performance muy asociada a las vanguardias, a los dadaístas, los situacionistas y Fluxus.

Siendo aun una estudiante comenzará a hacer performances en las calles, con actividades cotidianas, de todos los días. Caminar, comprar, mirar escaparates, ir en el metro. Es interesante constatar que el hecho de remitirse a actividades cotidianas y «tergiversarlas», en cierta medida, buscando la reacción de los espectadores, sitúa a Piper a medio camino entre la estética de la negatividad(22) y la estética modal. De hecho Piper podría considerarse una artista bisagra.

La estética de la negatividad, que arrancaría como tal a principios del siglo XIX aglutina a todos aquello artistas que buscaron como máximo objetivo epatar al burgués, llevar la contraria, generar shock. Esta tradición es muy larga y aun hoy hay artistas apuntados a esta liga. Aunque claro, son artistas, curiosamente, del mainstream.

La estética modal se referirá más bien a este hecho de estar con, dirigirse a, intentar comunicarse con el posible espectador o la audiencia expandida (23). Implicar al que mira e interactúa. Piper siempre concibe sus piezas para ser vistas, digeridas, terminadas por la posible audiencia. Además son piezas que no existen sino es con la interacción de los viandantes o espectadores. Aunque, y por eso la veo bisagra, su interacción «acorrala» al espectador y lo deja un tanto confuso, precisamente para aterrizar en lo que la autora llama indexical present y desde allí, en una suerte de nano-acción, comenzar a cambiar. Adrian Piper no pide participación ni genera contexto social alguno, llama la atención sin epatar, invitando a la reflexión.

Este doble acercamiento, entre lo epatante y lo comunitario la establece en una línea muy interesante. No pertenece totalmente al ámbito de la autonomía moderna. Ese ámbito en el que el artista se dedicaba a epatar el burgués, escandalizarlo, shockearlo, dar por saco vamos, no con la intención de transformarlo en absoluto, sino con el único objetivo de molestar y seguir, como artista perteneciendo a los descastados y outsiders, ese nicho de supuesta libertad.

Esta necesidad de entrar en contacto, o en conflicto, en el caso de Piper, con la audiencia puso en evidencia, no tanto la categoría de esta nuevas expresiones comprometidas con su tiempo de categorizarse como arte, sino la misma necesidad del arte de repensarse seriamente. Pensar su propia necesidad y su responsabilidad social.

Creo que cuando Estados Unidos entra en el ámbito del arte contemporáneo, introduce elementos muy interesantes. Por ejemplo la diversidad cultural, el problema de las minorías. Éstas, al emplear los medios del arte contemporáneo en su propio terreno y contexto, amplifican las mismas pretensiones. Ya no se trata solo de epatar, molestar y sacar la vena más nihilista, se trata, en este caso, de asumir la responsabilidad como artistas e intentar transformar sus vidas, que van a ser sus obras, como venimos viendo, en catalizadores de posibles cambios sociales que consigan «curar» al individuo y a la sociedad.

El hecho de que estos artistas, y Piper entre todos, aboguen por emplear la vida real y su poder transformador en sus obras quieren que aquellos que se acerquen a su obra sientan la necesidad de experimentar ellos mismos esos cambios, conseguir reales cambios en la vida al día. Hacer posible el poder del arte en un objetivo de más alto alcance, canalizar el poder de la experiencia de interconectar con unas fuerzas vitales muy poderosas.

http://www.adrianpiper.com

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